Ecología para niños. En el mes de Junio la experta invitada a Esturirafi es Caru Cienfuegos gracias a ella vamos a profundizar en un tema que estamos seguras te resultará muy interesante. ¿Te has parado a pensar como han cambiado las cosas? ¿Como fue tu infancia y como es la infancia de los niños de ahora?
Nosotras pasábamos la mayor parte del tiempo al aire libre, jugando con los vecinos, subidas a los árboles, haciendo carreras con las bicis. Una infancia libre en la que nosotras escogíamos las actividades extra-escolares y alguna vez tuvimos que insistir mucho para conseguir ir a una.
Caru empezó su andadura en el mundo online con una Guía de Munich. Después de ver esta charla de Lauren Singer algo le removió por dentro que le hizo plantearse muchas cosas dando un giro a la temática de su blog, siendo ahora una Guía para una vida Sostenible. Para ella una vida Zero Waste significa también transmitir a sus hijos que los pequeños gestos sí importan y de que todos somos responsables de los problemas medioambientales del mundo que nos rodea.
Necesitamos niños ecologístas
“Tras agotar lo que nos dan los negocios, la política, la convivencia, etc., hemos descubierto que nada de esto finalmente satisface o permanece, ¿qué queda? La naturaleza permanece” Walt Whitman
Mis hijos no se saben los nombres de los árboles del patio de su colegio, ni el nombre de las flores… Yo tampoco, ¿cómo voy a enseñárselo si yo misma no tengo ni idea? No sé los diferentes pájaros que hay en el parque, ni si estamos en luna creciente o decreciente… No sé si esa mora se puede comer o no… Ni si quiera he visto una planta de aguacate en mi vida, y eso que es una de mis frutas favoritas. ¿Sabías que el aguacate es la fruta de la persea americana, un árbol de hoja perenne cuya altura puede llegar hasta 20 metros? Yo no, lo he leído en Wikipedia.
Vivimos desconectados de la naturaleza
Estos pequeños ejemplos demuestran lo desconectados que vivimos de la naturaleza. Y nuestros hijos cada vez más. A nuestros hijos les enseñan en las escuelas, en un libro de texto, cómo los huevos salen de las gallinas. Aprenden en el colegio cómo funciona un ecosistema y qué es la biodiversidad… Pero lo normal es que lo olviden al día siguiente del examen. En cambio, nunca olvidarán la excursión al monte en el que les cayó una tormenta y tuvieron que refugiarse en una cabaña de ramas improvisada.
Pasamos cada vez menos tiempo al aire libre.
Si comparamos las horas que pasábamos en la calle con las que pasan nuestros hijos, vemos cómo en cuestión de una generación el estilo de vida ha cambiado tanto, que cada vez hay menos espacio para estar fuera. Las ciudades son cada vez más urbanas. Y el campo cada vez menos salvaje.
Nuestra desconexión de la naturaleza es un hecho irónico, porque nosotros, al fin y al cabo, estamos formados de naturaleza y no de tecnología. Y cuando nos muramos, nuestro cuerpo se desintegrará y se convertirá en tierra y volveremos de dónde procedemos y de dónde nos hemos alejado tanto*.
Por eso, aunque nosotros ya seamos casos perdidos, es en nuestros hijos en los que nos debemos centrar. Porque ellos son la generación que nos puede salvar del desastre ecológico hacia el que nos dirigimos.
No quiero ser fatalista, pero creo que no hace falta citar estudios ni cifras para reconocer que en los últimos cincuenta años la vida en el planeta ha cambiado a una velocidad como nunca antes, y que los espacios salvajes naturales sin explotar, se están reduciendo a marchas forzadas. Ante este panorama, además estamos educando a niños en ciudades, entre cuatro paredes, con más contacto con animales de dibujos animados, que con los seres vivos a los que pertenecemos.
Si no permitimos que nuestra generación de hijos viva y conozca la naturaleza ¿cómo podemos esperar de ellos que la salven?
No digo que sea fácil volver a lo natural. Vivir en la ciudad, nuestros trabajos de 40 horas semanales en oficinas, y las actividades escolares y extraescolares, muchas veces no dejan espacio para conectar con la naturaleza. Estamos en cierta medida limitados por nuestro estilo de vida. Y no todos nos podemos permitir, por muchas y diversas razones, dar el salto e irnos a una granja en el campo. En cambio, sí podemos hacer algo por nuestros hijos. Por muy pequeño que sea, hará una diferencia.
Pero, ¿cómo fomentar la conexión con la naturaleza en nuestro estilo de vida actual?
Pues supongo que lo principal es salir, salir, salir y salir al campo. No hay otra manera. Dejarles que se ensucien con el barro, que persigan mariposas y se llenen las manos de tierra.
- La escritora y cineasta Carol Black hace una revisión muy interesante sobre la educación en espacios abiertos versus la educación tradicional que conocemos haciendo hincapié en cómo los niños desarrollan su creatividad y confianza al aire libre.
- Además, creo que es básico aprender con ellos sobre la naturaleza que nos rodea, ya sea haciendo juntos un libro de flores prensadas como éste o creando un altar de las estaciones estilo Waldorf, como explica Rural It.
- Otro aspecto que olvidamos es el de rodearnos de materiales naturales. Es preferible que los juguetes sean de madera, lana o cera de abeja. Así, usando elementos naturales, los niños aprenden también con el tacto a apreciar y conocer nuestro entorno. Me encanta que vayan descalzos en verano y primavera… que sientan el césped y la arena del parque en sus pies …
- Animándoles a comer productos frescos y evitar lo más posible los ultraprocesados, les enseñamos que hay diferentes frutas y verduras en función de la estación. También es parte de la educación hacerles partícipes de la alimentación visitando granjas o yendo juntos a recoger setas al bosque o fresas al campo.
Es fundamental hacerles conscientes de los residuos que generamos y juntos buscar maneras de reducirlos, ya sea con una compostera en casa, evitando el plástico de un solo uso o comprando a granel.
Hay muchas más ideas y formas de acercarles a la naturaleza. “How to raise wild childs” es un libro muy didáctio que, estoy segura, os va a motivar y dar muchas razones para hacer de vuestros hijos unos “niños salvajes”.
Y quizás, lo más importante sea APASIONARNOS nosotros primero, volver a ser niños y redescubrir nuestro amor por la naturaleza.
Parar a escuchar los pájaros por la mañana, mirar las flores del camino y quedarse horas observando una araña. Porque nuestros hijos nos imitan. Absorben todo lo que hacemos. Se empapan de todas nuestras reacciones, ya sean buenas o malas: cómo les despertamos por la mañana, cómo respondemos ante una mala nota en la escuela, nuestra forma de conducir, cómo hablamos con nuestros amigos y cómo nos relacionamos con la naturaleza… ellos lo ven y lo copian todo. Enseñamos más por el ejemplo que damos, que de ninguna otra manera.
Así que si queremos un pequeño ecologista en casa, la mejor manera es empezar por uno mismo.
Y por último, hace falta que nos preguntemos qué podemos aprender de los niños en nuestra relación con la naturaleza, porque ellos nos pueden enseñar mucho más que nosotros a ellos: desde la compasión con los animales, su interés por una babosa y su despreocupación con mancharse las manos con barro o mojarse en la nieve. Ellos son mucho más espontáneos y naturales que nosotros. Así que nos toca salir con ellos al campo, observarles y aprender todo lo que hemos olvidado de adultos.
Muchas gracias Caru por aceptar nuestra invitación para escribir este post de ecología para niños en Esturirafi. Si quieres conocerla mejor te recomendamos visites su blog y su cuenta de instagram.
* Según un estudio de la Kaiser Family Fundation dehace un par de años, un 43% de los niños menores de 2 años ven la televisión a diario. En promedio, los niños menores de seis años pasan casi dos horas al día frente a pantallas. Es casi el mismo tiempo que pasan jugando al aire libre, y tres veces más tiempo del que pasan leyendo o escuchando lo que alguien les lee.
En la misma línea, un reciente estudio señala que la causa de que cada vez más personas tengan miopía es que pasan mucho menos tiempo al aire libre . Todos los estudios demuestran como nuestra desconexión de la naturaleza supone un aumento de ansiedades y depresiones, que nuestra falta de actividad física lleva a obesidad y muchas otras enfermedades como la diabetes tipo 2.