Apreciar la naturaleza con niños no es un asunto refinado, sino lento. En el mejor sentido de la palabra: pausado. Este año decidimos mudarnos al campo con los cinco niños. En sus distintas edades, la mejor lección que me han dado es referente a la velocidad. Ves que a una se le cayó un diente mientras su hermano mellizo se pregunta por qué a él no ¡si es un minuto mayor! A diario ves un debate de velocidades apenas invisible y la naturaleza nos entrena para percibir las sutilezas.
La naturaleza nos entrena para apreciarla
Te comparto aquí 10 ideas para apreciar la naturaleza con niños de distintas edades. No suele haber en el campo cosas como difícil o fácil sino que cada uno recibe la enseñanza que le es propia a su edad.
1. Pelar frutos secos.
Esto que parece una simpleza ha traído muy buenos ratos en casa. Si son muy pequeños pueden empezar con cáscaras sencillas pero a los de 5 años ya les damos martillo o piedras grandes con supervisión para sacar las almendras de su dura cáscara sobre un tocón de madera. ¿Qué tal si el primer contacto con las herramientas va acompañado de llenar el estómago? Pelar no te permite engullir como cuando comes delante del televisor: necesitas concentración y estar presente en el momento para cuidar tus deditos.
2. Contar anillos.
Los anillos de los árboles son una lección de historia, matemáticas, ciencia y arte única . No te quedes solo en contar los años que tiene el árbol, podéis observar si hubo tiempo de lluvia o de sequía y otras curiosidades que los árboles se callan por dentro.Aprovecha la tala de estación o echa un ojo a los troncos antes de meterlos en la chimenea. Si tienes artistas en casa, no te pierdas la obra de María Ortega Estepa, una cordobesa unida a la naturaleza cuya obra está llena de anillos y colores.
3. Observar las estrellas.
Si no tienes ni idea, no te preocupes, ya tienes apps en tu móvil para indicarte dónde debes buscar en el cielo. Lo importante de este acto es que necesita tiempo: Cuanto más detengas tu mirada en la noche, más se adaptan tus ojos y más encuentras. Es un ejercicio de paciencia para ellos y embruja como un buen fuego.
4. Caminar descalzos.
No deberíamos permitir que un niño creciera sin notar la temperatura de la tierra blanda bajo sus pies. Sin que jugara a hacer equilibrios entre piedras o se limpiara el barro con césped seco. El niño tiene una gran sensibilidad en la planta de sus pies y puede experimentar sensaciones intensas. Si no tienes nada de tierra en cerca, permite que camine descalzo por casa, él es también naturaleza y tiene mucho que aprender de los estímulos que recibe.
5. Dibujar directamente de la naturaleza.
Insectos, ramas secas, frutas o montañas. Probad hasta dar con vuestro dibujo propio. Algunas familias aprecian el dibujo científico con cada detalle de la planta una vez regresan a casa, y otras prefieren dibujar a plein air con grandes trazos. No hará falta un caballete: basta con una libreta o papeles sobre un libro de cartón duro. Para pintar la naturaleza debemos respetar lo que es. Eso supone pasar un buen rato mirando antes de tocar el papel. Miramos a qué altura irá nuestro cielo, qué árbol es más grande o cuántos verdes hay en una sola planta. Mirar, mirar y mirar.
6. Construir una charca.
Si tienes espacio y medios, el trabajo que requiere en un principio está bien pagado con el resultado. En casa tenemos tres charcas y ranas y sapos van de una a otra cuando no miramos (¡pero las oímos!). Puedes optar por excavar y usar una lona creando tu propio ecosistema. Pero tampoco hace falta ser refinados paisajistas: una de nuestras charcas es una bañera abandonada recubierta por piedras y la otra es un macetero grande en un trocito de jardín. El espectáculo de ver a los anfibios en todas sus etapas no tiene precio. Los nenúfares, tampoco.
7. Arrancar las malas hierbas del huerto.
Aunque mejor no llamarlas malas, sino simplemente plantas que crecen en sitios que no le convienen a nuestro huerto. Como en el punto anterior, basta con una macetita donde puedan manipular tierra y tirar sin romper las raíces. Es increíble cómo un niño puede disfrutar de algo que los mayores hemos encuadrado como tarea pesada. De nuevo la observación: distinguir una planta deseada de otra invasora, ver desde dónde agarrarla, tirar despacito…
8. Imitar al animal.
Igual ‘solo’ es un perro. Silencioso, tumbado. Un gato estirazándose. Ya sabes que algunas posturas de yoga se basan en el movimiento de nuestros animales. Imitar a algunos animales pequeños puede ser de lo más divertido ¿Cómo se mueve este caracol? ¿Cómo salta esa cigarra? ¿Cómo tendría que ser tu cuerpo para poder hacer esos movimientos? De aquí salen muchas diferencias entre humano y animal pero también… muchas similitudes.
9. Arreglos florales.
Sean con motivo o no, este es un trabajo delicado que trabaja el potencial creativo de los niños mientras disfrutan del olor, el color y la textura de las flores. Personalmente, me da algo de pena cortar flores así que puedes optar por arreglos con flores secas o con ramas atadas con lazos, encajes y retales de tela.
10. Observar su propio crecimiento.
¿Tienes una prenda de ropa antigua de cuando tu hijo era pequeño? Elige algo que recuerde bien e incluso apóyalo con una foto donde la lleve puesta. ¡Parece increíble que estos pantalones fueran tuyos! Esta búsqueda en el armario da pie a apreciar su propio crecimiento (quién más naturaleza que ellos) y a hablar de esos días en los que duerme más y seguro, seguro está creciendo.
Los niños están más cerca de la velocidad de la naturaleza que los adultos. Ellos saborean la pausa y tienen mucho para enseñarnos. No hacen falta grandes compras, tan solo tiempo y unos ojos entusiastas.
Bea Sánchez
©Todas las imágenes del post son propiedad de Mamá Valiente (Bea Sánchez)