Soberanía alimentaria. Consumir y comprar alimentos es un acto global y tiene una repercusión directa en nuestro bienestar y en el del planeta. Según la FAO, en el mundo casi un tercio de los alimentos se pierden o desaprovechan, mientras cerca de 800 millones de personas pasan hambre y 2.000 millones tienen problemas de sobrepeso.

Casi la mitad de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), causantes del cambio climático, están asociadas al Sistema Alimentario Agroindustrial Globalizado. Además en España los alimentos recorren una media de 2.500 km hasta que llegan a los nuestros platos. Sin duda parece una broma de mal gusto.

Soberanía alimentaria

Sistema de producción insostenible

A estos datos espeluznantes se añade un sistema de producción en muchos casos insostenible y contaminante que arrincona al campesinado y pone en peligro nuestra Soberanía Alimentaria, es decir, que, como personas que consumimos, podamos decidir qué comemos, cómo se ha producido y de dónde viene. 

El concepto de Soberanía Alimentaria, cada vez presente en más espacios, fue lanzado en los años 90 por la Vía campesina, para reivindicar el derecho de los pueblos y las naciones a definir su política agraria y alimentaria frente a los abusos de multinacionales y presiones externas.


Cómo tener un sistema alimentario justo, saludable y sostenible

Para tener un sistema alimentario justo, saludable y que mantenga en condiciones los recursos del planeta, es imprescindible alimentar a la población priorizando la producción agrícola local y que el campesinado pueda decidir y tener acceso a los medios de producción, a la tierra, a las semillas, al agua y al crédito. Esto, que parece de sentido común, hoy en día no es así porque a menudo quien acaba decidiendo lo que comemos no somos nosotras sino unas pocas empresas que controlan el modelo agroalimentario dominante. La agricultura, la ganadería y la alimentación se han convertido en un negocio , y se anteponen intereses económicos en lugar de poner en el centro las necesidades alimentarias de las personas.

Un modelo de agricultura y alimentación para que funcione debería asegurar que todos pudiéramos alimentarnos de una manera sana y saludable y esto por desgracia no es así.

soberania alimentaria

Nos hacen creer que este modelo agrícola y alimentario es el único posible y la mejor de las opciones pero ¿pensáis que eso es así? Estamos creando desiertos demográficos en las zonas rurales, donde cada vez hay menos personas produciendo alimentos y a la vez desiertos alimentarios en las ciudades que dependen de alimentos que llegan de lejos. El campesinado se ve obligado a abandonar el campo. Y si no hay campesinas y campesinos en nuestros campos, ¿en manos de quién está nuestra alimentación?


¿qué impactos tiene nuestro consumo alimentario?

Para escapar de esta dinámica es muy importante tomar conciencia de que nuestro consumo alimentario tiene múltiples impactos.

 A nivel ambiental,  ¿Cuánto ha contaminado producir lo que tengo en el plato? ¿Se han utilizado pesticidas? No es lo mismo consumir productos locales que productos que vienen del otro lado del planeta, y que generan GEI. ¿Podemos llamar ecológico a comprar en la gran distribución alimentos que no sabemos ni de dónde vienen?

 También tiene un impacto social  ¿a quién está beneficiando mi consumo? ¿Quién ha cultivado lo que tengo en mi plato? ¿Cuánto se ha pagado al agricultor o a la ganadera que ha cuidado y hecho crecer este alimento? Si puedo comprar a nivel local y directamente a quien produce seguro que genera un beneficio para mi territorio.

soberania alimentariaY, por último, no podemos olvidar el  impacto que tienen para nuestra salud . Porque somos lo que comemos, y necesitamos dietas equilibradas, adecuadas a la realidad de cada territorio, que incluyan productos frescos y acordes con la temporada, porque así ha ido evolucionando el organismo humano a lo largo de miles de años.

Para empezar a cambiar las cosas es esencial saber que alimentarnos es un acto político y tiene consecuencias.


Qué podemos hacer nosotras

Como nos recuerda Esther Vivas: “Al final comer bien no solo significa tomar alimentos saludables, de calidad y que me sienten bien. Comer bien debería incluir que esos alimentos no tengan un impacto negativo en el medio ambiente o en la comunidad”.

Cambiar esta situación parece muy complejo partiendo del escenario en el que nos encontramos y no podemos engañarnos, lo es. La coherencia absoluta no existe, pero es urgente actuar. Se trata de  ser críticos en relación a nuestro consumo y en función de nuestras posibilidades e intereses optar por una vía o por otra.

Si hablamos de consumo alimentario, lo esencial es preguntarnos de dónde viene lo que compro, cómo se ha producido, y quién lo ha producido. Para eso debemos ir a un lugar en el que nos puedan informar de manera adecuada, que conozcan lo que están vendiendo.

Detrás de lo que comemos, hay otra realidad que muchas veces desconocemos, no vemos a primera vista. Cuestionarnos por esa realidad, es un elemento que nos permite empezar a cambiar las cosas. Y esto no significa que debemos ir con la lupa al supermercado pero si tener esta conciencia crítica nos ayudará seguramente y un consumo mucho más consciente y que permitirá hacer un cambio a nivel social.

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Hay diversas maneras para conocer y acercarnos a la realidad que esconden nuestros alimentos. Desde Biela y Tierra estamos convencidas que nuestra alimentación puede ser un motor de cambio muy potente. Por eso salimos a pedalear para conocer a personas en los entornos rurales que ya están trabajando para ofrecer alternativas al sistema alimentario globalizado. Hablamos con ellas, nos cuentan sus historias de vida, las decisiones que les han llevado a dedicarse a producir alimentos sanos justos y sostenibles.  Y nosotras os lo contamos en nuestra página web, a través de cuadernos de campo escritos, videos y podcast,  para que llegue a tantas personas como sea posible. Porque su mensaje es transformador y necesario en nuestros días. Os animamos a que los conozcáis en nuestra página web www.bielaytierra.com

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