Yo lo tengo claro: no, el fast fashion no puede ser feminista. Al menos mientras su modelo de negocio siga funcionando como hasta ahora. Para quién no conozca la “moda rápida” o fast fashion es el nombre que se le ha dado a marcas como Primark, Shein, H&M, Inditex, Mango… Las típicas tiendas que encontramos en cualquier centro comercial.
Todas ellas funcionan gracias a reducir los costes económicos de producción al máximo, a cambio de tener un coste social y medioambiental altísimo, y, por otro lado, funcionan gracias a vender mucho y muy rápido.
Lo que se oculta detrás de esta manera de funcionar, entre otras cosas, es un ataque constante a las mujeres de ambos mundos, tanto aquellas que están fabricando las prendas, como aquellas que están comprándolas.
La producción del fast fashion no puede ser feminista
Más del 70% de los trabajadores de la industria textil son mujeres , las principales afectadas por las nefastas condiciones laborales que existen en este sector, cercanas en algunos casos a situaciones de esclavitud moderna.Para que os hagáis una idea, en países como Camboya o Bangladesh, la jornada laboral es de más de 10 horas al día, 6 días a la semana, a cambio de sueldos muy por debajo de lo necesario para vivir dignamente en estos países.
Además, realizan su trabajo sin unas medidas de seguridad mínimas. Me refiero a cosas tan básicas como la ventilación de un edificio, la iluminación con la que se trabaja o la seguridad ante incendios.
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Por desgracia, hay quién piensa que, por lo menos, estas mujeres tienen un trabajo gracias al fast fashion, un trabajo que les roba la vida y, no solo porque dediquen casi la mitad de su vida a ello, sino porque estas mujeres no suelen tener otra alternativa, trabajan ahí porque es el empleo que hay, no porque sea el trabajo que desean.
Empiezan a trabajar siendo niñas, en muchos casos dejando el colegio para aprender a ser costureras (un trabajo completamente digno si no fuera por las condiciones que hemos mencionado). Después llega el momento de casarse y seguir trabajando, porque hay que llevar dinero a casa e incluso, aunque otros miembros de la familia ganen dinero también, la mayoría de estas mujeres son las responsables de, con su sueldo, comprar la comida y pagar otras necesidades del hogar.
Es la rueda infinita de la explotación de las mujeres en la industria textil.La venta de fastfashion no puede ser feminista
Las mujeres somos el principal objetivo del marketing de la industria del fast fashion, y lo hemos sido siempre. ¿No me creéis? Fijaos en una tienda como Zara o incluso Pull and Bear, que empezó haciendo ropa solo para hombres, ¿qué porcentaje del espacio de la tienda está dedicado a ropa de chica? Siempre más que el dedicado a ropa de caballero.
Pero, en principio, que vendan más ropa para mujeres que para hombres no tendría por qué ser un ataque a las mujeres. El problema viene cuando nos engañan para que compremos más y más y más y nunca paremos de comprar.
Primero nos engañan generando unos cánones de belleza completamente irreales y, por lo tanto, inalcanzables. Con estas fotos de modelos “perfectas” nos generan una serie de inseguridades que pensamos que podemos resolver comprando su ropa. Es decir, en vez de ayudarnos a querernos y empoderarnos a través de la moda, nos provocan complejos y baja autoestima para que les compremos.
Y cuando ya te has comprado la ropa que en teoría iba a hacer que te sintieras super segura de ti misma, llega la nueva colección y, de repente, esa ropa ya no te hace sentir igual. Pero tranquila, que el fast fashion te ha traído esa nueva colección precisamente porque es lo que necesitas ahora, aunque dentro de 3 meses volverá a pasarte lo mismo.
Programas de recogida de ropa de las grandes marcas
Además, desde hace pocos años, muchas de estas tiendas se han dado cuenta de que les faltaba un último paso para cerrar el círculo. Muchas mujeres nos estábamos empezando a sentir mal por deshacernos de tanta ropa cada poco tiempo. Y entonces aparecieron los programas de recogida de ropa de estas marcas, con los que nos prometen que le darán una segunda vida y así ya no nos tenemos que sentir mal por donar una prenda que nos hemos puesto tres veces. El problema es que, en realidad, lo más normal es que estas prendas acaben en un vertedero en vez de teniendo esa segunda vida.
Este es el círculo vicioso del consumismo desmedido de ropa al que nos han arrastrado los departamentos de marketing del fast fashion: nos sentimos inseguras, compramos para tapar estas inseguridades, cuando reaparecen compramos más y, cuando ya no queremos nuestra ropa porque no nos hace sentirnos seguras, la donamos y seguimos comprando.
Es el lavado de cerebro perfecto porque pensamos que actuamos libremente. El fast fashion ha democratizado el mundo de la moda que, hace apenas unas décadas, estaba al alcance de muy pocos y ahora, si queremos, podemos estar estrenando ropa cada semana pero, ¿realmente estamos tomando esta decisión con libertad?
El fast fashion no puede ser feminista
Obviamente, si me dan a elegir, prefiero estar en el lado de la compradora sin cabeza que en el lado de la mujer explotada laboralmente porque, incluso con esa adicción a las compras, somos unas privilegiadas al lado de las mujeres que cosen la ropa que compramos.
En un día tan especial como el día de la mujer, 8 de marzo, no puedo terminar este post sin invitarte a reflexionar sobre tu relación con el mundo de la moda, ¿es una relación que empodera y apoya a las mujeres?
Carmen Horcajada – EcoGuilty
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Si te ha gustado este post, no te pierdas: Cómo superar la adicción al fast fashion
Fuentes:
- Garment Workers Diaries
- Fashion Revolution
- Clean Clothes
- Better Work