Una invitación a reconectar con la música que somos, desde la tierra, el cuerpo y el círculo de mujeres
Hay muchas formas de volver a casa. A veces es un lugar físico. A veces es una sensación. Y otras, como esta, es un sonido que estaba en ti desde el principio.
Este artículo no es una guía sobre sostenibilidad, ni un listado de tips zero waste. Es una invitación distinta: a parar, a escuchar, a tocar. A recuperar algo que no debería haberse perdido nunca. Nuestro latido común.
La música como raíz, no como espectáculo
Cuando pensamos en música, solemos imaginar conciertos, escenarios, artistas, estudios de grabación, Spotify… Algo externo. Algo que se consume. Pero no siempre fue así.
Hubo un tiempo en que la música era otra cosa. Era de todas. Era para todas. Y nosotras, las mujeres, éramos las que la tejíamos.
Desde tiempos inmemoriales, las mujeres hemos sido guardianas del ritmo, de la voz, del latido colectivo. En culturas de todo el mundo, fuimos nosotras quienes sosteníamos la música como forma de unión, de transmisión, de sanación.
La música era una herramienta viva, cotidiana, espiritual y política. Era una forma de cuidar la vida.
Hasta que, poco a poco, se nos fue arrebatando. Se convirtió en una disciplina técnica, académica, jerarquizada. Se subió a escenarios, se encerró en partituras. Y nosotras, que la llevábamos en el cuerpo, empezamos a quedarnos fuera.
¿Cuántas veces has oído (o dicho) “yo no tengo oído”, “no sé cantar”, “el ritmo no es lo mío”? ¿En qué momento nos convencieron de que la música no era para nosotras?
La buena noticia es que el latido sigue ahí. Solo necesitamos un espacio para escucharlo.
Círculo, cuerpo, tierra
En el podcast Hacia lo Salvaje entrevisto a Marta Herson, musicoterapeuta y facilitadora de círculos de percusión para mujeres. Y ahí, entre el fuego y los tambores, hablamos de la propuesta que hemos creado, La música que somos.
Se trata de un fin de semana en plena naturaleza, cerca de Madrid, en La Alcarria, Guadalajara, donde lo único que se espera de ti es que vengas con el cuerpo dispuesto a sentir. No hace falta saber tocar. No hace falta saber cantar. No hay pruebas que pasar, ni objetivos que cumplir.
Solo estás tú, un grupo de mujeres, los tambores en el centro y el deseo de recordar juntas.
Porque sí, esto va de recordar.
Una experiencia radicalmente sencilla
El círculo de percusión no es una clase ni un espectáculo. No hay sillas enfrentadas ni escenarios. No hay teoría ni partitura. Solo hay escucha, juego y presencia.
Tocamos desde donde estamos. Con las manos, con el cuerpo, con la respiración. A veces en silencio, a veces con la voz, a veces con una risa que sale sin avisar.
Y lo más importante: no hay forma de hacerlo mal.
Este tipo de experiencias están diseñadas para desprogramar todo lo que nos han dicho sobre el “buen gusto”, la “técnica”, la “perfección”. Aquí no venimos a sonar bonito. Venimos a vibrar juntas.
El poder del tambor
El tambor tiene algo ancestral. Algo que no se explica, se siente. Cuando lo tocas, tu cuerpo responde. Cuando lo tocan otras cerca de ti, lo sientes en el pecho. Cuando varias lo tocan a la vez, nace algo que no estaba antes: el ritmo compartido.
Y en ese ritmo, sin darte cuenta, se cuelan muchas cosas:
La rabia que no habías soltado. El cansancio acumulado. La alegría que no habías expresado. La emoción de sentirte parte.
No vienes a aprender música. Vienes a recordarte.
En un mundo obsesionado con la productividad, la eficiencia y los resultados medibles, parar a tocar un tambor puede parecer irrelevante. Pero yo creo que es profundamente revolucionario.
Porque cuando te sientas en círculo y simplemente estás, algo se recoloca. Tu ritmo interno. Tu vínculo con las demás. Tu forma de habitar el presente.
No hay compras. No hay pantallas. No hay consumo. Solo hay presencia. Y eso, amigas, es profundamente regenerativo.
Naturaleza como escenario y aliada
Uno de los mayores lujos de esta experiencia es el entorno. No tocamos entre cuatro paredes. Lo hacemos en la tierra, al aire libre, con los árboles como testigos y los pájaros como banda sonora.
Y eso lo cambia todo. La naturaleza no solo embellece la experiencia. La profundiza. Nos baja del pensamiento a los sentidos. Nos permite recordar el ritmo que también tiene la tierra. El ritmo del agua, del viento, del sol cruzando el cielo. Ese ritmo también vive en ti.
Cuando tocamos en círculo en mitad del bosque, nos volvemos porosas. Dejamos que la naturaleza nos afine, nos limpie, nos regule.
Y salimos de ahí… renovadas. Suaves. Más vivas.
Para ti, que estás cansada de desconectarte de ti misma
Esta propuesta es para ti si:
- Crees que no tienes ritmo, pero algo en tu cuerpo te dice que sí.
- Sientes que has perdido tu voz (literal o simbólicamente).
- Quieres una escapada que no solo te relaje, sino que te devuelva a ti.
- Buscas un espacio de conexión real, sin filtros ni máscaras.
- Te llama la música, pero de una forma más salvaje, más libre, más orgánica.
¿Y ahora qué?
Si algo de esto te ha resonado, te invito a hacer lo más sencillo: escuchar el episodio.
Es una conversación sin prisas, como un paseo entre amigas. Hablamos de música, de historia, de cuerpo, de emoción. De lo que se mueve cuando nos quitamos el disfraz de “yo no sé” y nos dejamos sentir.
Y si después de escucharlo sientes que algo dentro de ti empieza a latir distinto…
Entonces ya sabes: el círculo te está llamando.
También puedes escucharlo en:
IVOOX – SPOTIFY – APPLE PODCASTS – YOUTUBE
Si quieres saber más te espero en hacialosalvaje.net